martes, 4 de mayo de 2010

LA CERÁMICA DESPUÉS DE LA CERÁMICA.


En 2008, Antony Still dirigió un encuentro teórico que tituló ¿Jugaran los androides con la arcilla?. Bajo este provocador enunciado pretendía provocar una reflexión prospectiva acerca del futuro de la cerámica: ¿que vendrá después de la técnica? ¿Como será la cerámica del futuro? En la recapitulación que Still realizaba al cerrar el encuentro reconocía, en un sano ejercicio de autocrítica, que el intento de prospección había fallado, y que su sensación era "como si la confrontación entre lo procesual y lo conceptual no hubiese sido todavía digerida y retuviese aún, obsesivamente, la prioridad de nuestras preocupaciones. Como si no fuésemos capaces, o por lo menos, como si nos doliera soltar amarras con un tipo de imágenes que han sido muy importantes para forjar nuestra sensibilidad durante más de un siglo y medio". Dos años después, con la publicación de una recopilación de textos agrupados bajo el título de El cántaro de Pandora, Antony Still responde por su cuenta y en extenso a aquel reto. Pero no lo hace ofreciendo una salida fácil o aventurada (según se mire) a la pregunta sobre el futuro de la cerámica, sino ajustando cuentas con aquello que viene antes de poder pronosticar el porvenir: releyendo el pasado y desmenuzando el presente del medio cerámica. De hecho, en este libro, tanto como ahondar en lo que supone ya el nuevo paradigma de la cerámica contemporánea, se prepara también para revisar a través de diversos ejemplos, postulados o prácticas, esa confrontación aún no digerida entre cerámica procesual y conceptual, y los motivos de nuestro apego a una cultura cerámica que para él ya debería estar superada. Una necesaria superación que recalca el propio título del libro, La cerámica después de la cerámica.

El emplazamiento de este conjunto de textos se sitúa precisamente en el umbral de la aparición de algo que aún no sabemos cómo nombrar, pero que no será "la cerámica", o al menos no aquella con la que, como dice Still, parece que aún mantenemos una cuenta pendiente teñida de nostalgia y melancolía.

A falta de la aparición de un nuevo término que la designe el nuevo orden creativo que acaba de empezar. las páginas de este libro alertan con claridad sobre las distorsiones y rémoras que genera la utilización del viejo vocabulario ligado todavía a la cerámica procesual. La persistencia de las palabras guía la persistencia de las mentalidades. Pero no se trata sólo de palabras, también de la concepción de la historia de la cerámica y de la propia ontoligía del medio. Still insiste, por una parte, en que no nos han contado bien la historia de la cerámica; pero confía, por otra, en que con el advenimiento de las tecnologías digitales se derribe por fin el telón, y ahora "hasta los profanos puedan percibir la "gran mentira" de la cerámica, o su verdadera cara, esto es, la inevitable manipulación que opera en el proceso de la argumentación de toda obra".



Todo el texto anterior no es mas que un juego, es la adaptación de un artículo aparecido en El País el 24.04.10 firmado por Alberto Martí y en el que se ha cambiado el nombre de Joan Fontcuberta por el de Antony Still, el término fotografía por el de cerámica, el de analógico por procesual y digital por conceptual.

Verificar que la cerámica y la fotografía pueden tener puntos de inflexión o de desarrollo comunes me provoca cuando menos cierta sonrisa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Realmente es una pena que este texto solamente responda a una broma, una pena que el libro no exista realmente. Porque seguramente sería el libro imprescindible para todas las personas vinculadas al mundo de la cerámica contemporánea, léase galeristas, editor@s, comisari@s, crític@s, incluso ceramistas.
A menudo, viendo exposiciones y/o publicaciones de cerámica, hay quien tiene la sensación de estar observando más una muestra de arqueología, que de arte contemporáneo. Bueno sería saber a que se debe esa sensación. Igual ese hipotético libro nos desvelaría la incógnita…

Wladimir Vivas dijo...

Quizá la cuestión es que los términos están obsoletos en todas las formas de arte (pintura, escultura, etc) pero en algunos casos, como la fotografía o la cerámica nos aferramos a ellos como intento de mantener una identidad propia. Lo que puede ser discutible, ya que muchas de las obras catalogadas como cerámica se podrían hacer con otro material y serguirían siendo válidas.
No obstante, creo que hay sitio para todos, incluidos los pintores de pincel, los escultores de cincel y los ceramistas manchados de barro...