sábado, 28 de febrero de 2009

QUERIDO BLOG...
Querido blog, hace unos días fui a la peluquería, a la misma de siempre desde hace unos años. Es una de esas peluquerías, donde puedes ir con tus tres hijos a cortarles el pelo a la vez, y mientras el mayor hace los deberes del cole y el pequeño juega con los rulos, el mediano queda expuesto a la dudosa capacidad estética del progenitor... que me río yo del estrés de los peluquero/as de la Pasarela Cibeles.
Pues bien, todo indicaba que iba a ser una tarde normal de peluquería. Mi peluquera me habló del tiempo, por empezar a hablar de algo. También supongo que para evitar que me quedase dormido, ya que para mí es un momento de máximo relax. Siempre es más fácil cortar el pelo a un despierto que a un dormido aunque sólo sea por que es capaz de sujetar la cabeza por sus propios medios.
En eso estábamos cuando, como siempre que empiezan a cortarme el pelo ocurre, suena el teléfono. A mí la situación me resulta incómoda aunque sólo sea por que no sabes como acceder hasta el bolsillo donde supones tienes el móvil, entre tanta toalla y capas que te colocan para evitar que te caigan los pelos sobre la ropa. Esperé hasta que dejó de sonar, así por dos veces, pero a la tercera, la peluquera insistio para que respondiese, siendo ella como es, autónoma como yo y sabedora de lo importante que puede ser una llamada.
Pues bien..., era mi madre, y ya se sabe que las madres tienen un baremo distinto al resto de los seres humanos para medir el grado de importancia de cualquier acontecimiento. Eso sin entrar en los preámbulos y antecedentes para situarnos en el tema a exponer. Estoy seguro que las verdaderas inventoras del Flash-back, que después se utilizó en el cine, fueron ellas, las madres...... así que escuché.
Después de esta interrupción todo continuò su recorrido normal. Hablamos de anécdotas simples, casi graciosas y la conversación fue derivando en un tema recurrente y obvio en una peluquería...el pelo!!! . Sí, ya lo sé, nunca he sido muy original con mis temas de conversación. Yo escuchaba atentamente la descripción de mi pelo, que si ligeramente ondulado, que si ligeramente débil, que si ligeramente escaso... En eso apareció la palabra entre las palabras, el azote de las peluquerías , la palabra era... "la cana" y no te vayas a creer querido blog que mi problema pudiera ser que se me vean más o menos, no.

A mí, se me tenía que ocurrir la pregunta del millón de dolares, la pregunta a la que llegas no sabes por que puñetero sistema de interconexión neuroal ...¿que es una cana?, y por si fuera poco, con la intención de facilitar o dirigir la respuesta añadí a modo de esquema para debate: La cana, ¿es un pelo normal que se transforma o es un pelo nuevo que surge de una nueva cápsula capilar?. Ni que decir tiene que mi peluquera no me respondió, y no por falta de conocimientos, si no por educación, para no hacerme quedar como un osado ignorante. El equilibrio se rompió y no hubo manera de recuperarlo después de eso.
Querido blog... en adelante, prometo consultar previamente los posibles temas de conversación antes de acudir a la peluquería, porque encontrar una peluquera de confianza y que interprete tus intenciones estéticas, no tiene precio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Alberto. Esta tarde voy a la peluquería. Hasta ahora para mí era un acto rutinario con un objetivo único: devolver a mi cabeza la imagen a la que estoy acostumbrado. Pero con tu reflexión me has generado un mar de dudas y una inquietud terrorífica. A partir de hoy, la peluquería nunca volverá a ser lo mismo para mí. Mis canas, a las que ignoraba a pesar de su número creciente, pasarán a tener trascendencia filosófica. La conversación con la peluquera, cortés y previsible, adquirirá tono de debate sociológico. La relajación impagable de otras manos lavando y masajeando tu cabeza (aún con el riesgo de quedar dormido), se transformará ahora en tensión precisamente para no dormir, y facilitar así el trabajo de la estilista.
Tan solo una cosa no cambiará: a la entrada seguiré desconectando el teléfono móvil.

Anónimo dijo...

Alberto: ya nada será lo mismo en las peluquerías desde tu escrito. Has diseccionado perfectamente lo que en ellas sucede, con una claridad absoluta. Y es más, creo que tu experiencia es extrapolable a todas las peluquerías de España, o quizás del mundo.
Mi conversación ayer: el tiempo, los remolinos de mi pelo y..... las canas. Sí, Alberto, a la vera del Mediterráneo las canas también son motivo de conversación, y como en tu caso, con discreción, casi como un tabú: que si solo tienes una, que si como tienes el pelo tan negro resalta más... La peluquera, amable y diplomática, intentaba quitarle hierro al asunto, mentir para no herir. Pero la realidad es la que es (lo asumo), y solo se cambia a base de tintes o de alopecia. Y no estoy yo por lo uno ni por lo otro.
Por cierto, no busques nuevos temas de conversación para tu nueva visita: al final acabaréis hablando del tiempo, las características de tu cabello y esas compañeras inoportunas: las canas.