domingo, 19 de octubre de 2008





Fuping es una ciudad seca y pegajosa, sin mar. Es una ciudad arrabalera con sabor a puerto, y olor a estibadores. Camiones cargados, gente cargada, carros cargados. Es un hormigueo con un movimiento descontrolado, desmesurado.

En su afán de puerto seco, han quedado barcos varados.

Barcos sucios que viven lentamente.

Barcos que son pistas de baile como cubiertas de lujosos transanlanticos, que quedan por encima de la ciudad y que la cruzan para ser vistas, no para ver. Como hacen los cruceros que visitan Venecia.

Otros barcos sin embargo han quedado fuera de la ciudad y alimentan de ladrillos a la urbe. Son los hornos de cerámica, que a modo de remolcadores van estirando de la ciudad, haciéndole sitio y dejándola crecer.

Comen tierra virgen para transformarla en ladrillos que después comerá la ciudad.

En los remolcadores-hornos hay una persona que día y noche alimenta la caldera de carbón. Vive en un barco anclado a la orilla de la ciudad y que ha cambiado el canto por el atronar del claxon y motores.

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